PUERTO MADERO. BUENOS AIRES.
Los rascacielos aparecen por el día fríos y distantes con su quietud esbelta. Al atardecer, cuando encienden sus luces, nos dicen que también tienen vida. Se acercan, se afirman a si mismo, para que el visitante capte que es real, que puede llevarse un recuerdo verdadero y perdurable a través del tiempo. Ese momento en que el tiempo se detiene y se marca en un instante, que casi parece irreal, para convertirse en un momento inolvidable.